"LOS QUE SE OPONEN AL PROCESO DE PAZ SON LOS QUE
VIVIERON DE LA GUERRA"
Rodrigo Londoño, máximo comandante de las FARC |
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CRONICÓN virtual
Por: PABLO WAISBERG
Hace 40 años que
Rodrigo Londoño se sumó a las FARC, y ese día pasó a llamarse Timochenko, como
se lo conoce hoy en todo el mundo. En este diálogo con PáginaI12 en La Habana
cuenta cómo se llegó al acuerdo de paz, explica las consecuencias del triunfo
del NO en el plebiscito y anticipa los siguientes pasos.
Colombia está en guerra desde hace 52 años. El
conflicto se desató tras un bombardeo ordenado por el gobierno para sofocar a
un grupo de campesinos que reclamaban por la política agraria.
Esa decisión, que funcionó como un catalizador para
que 48 campesinos y campesinas decidieran conformar las proto Fuerzas Armadas Revolucionarias
de Colombia (FARC), fue apoyada por Estados Unidos. Medio siglo después, el
delegado por Estados Unidos que participa de los diálogos de paz, Berni
Aronson, reconoció que "fue una equivocación política", dice a
PáginaI12 el jefe de las FARC, Rodrigo Londoño, que se rebautizó como
Timochenko hace 40 años, cuando se sumó a la guerrilla campesina.
Esa "equivocación" le costó a Colombia 60
mil desaparecidos, más de 200 mil muertos -de los cuáles sólo el doce por
ciento son responsabilidad de las FARC, según la ONU-, siete millones de
campesinos desplazados y unos cuatro millones de colombianos exiliados. Fue,
también, una jugada que aceitó la creación de grupos paramilitares financiados
por los sectores económicos más concentrados de Colombia, que sobre la base de
esa crisis acumularon extensiones de tierra y se beneficiaron con la industria
de la guerra. Allí se cruza también el desarrollo del narcotráfico y su
relación con las FARC.
Todo eso se puso en discusión durante los últimos
seis años. Fue un proceso complejo, que incluyó el asesinato del máximo
dirigente de las FARC antes de Londoño, Guillermo León Sáenz Vargas, alias
Alfonso Cano. Esa muerte no frustró la negociación, que había iniciado el
presidente Juan Manuel Santos. Así se llegó a un primer Acuerdo de Paz pero fue
rechazado en un plebiscito: tuvo una abstención superior al sesenta por ciento
y volteó la negociación por menos de medio punto de diferencia (50,21 contra
49,78 por ciento).
Eso tampoco dinamitó la mesa: volvieron a sentarse
a negociar, incorporaron algunos de los cuestionamientos de quienes militaron
contra el acuerdo y firmaron un nuevo compromiso de paz, que el primero de
diciembre fue refrendado por el Congreso. Ahora se abre, coinciden los
distintos actores de la negociación, la etapa más difícil: la implementación,
que debe incluir una ley de amnistía, una reforma agraria, la vuelta a la vida
civil de los guerrilleros y el funcionamiento de un fuero judicial especial que
juzgará las responsabilidades de guerrilleros, paramilitares y los miembros del
Ejército.
-Hubo varios intentos por lograr la paz pero todos
fracasaron. ¿Cómo comenzó esta última negociación?
-Santos mandó una "carta razón". Le dijo
al intermediario "dígales esto y esto" y el hombre escribió
textualmente, entre comillas. La carta la mandó el facilitador pero fue
entrecomillado lo que Santos quería decir. Lo primero fue una reunión en
Colombia, secreta y en la frontera con Venezuela. Los delegados del gobierno
entraron por Venezuela.
-¿Qué se habló allí?
-Se definieron los parámetros: dónde se iba a
hacer, cuántos y quiénes iban a negociar. Y eso fue duro. Nosotros planteamos
que fuera en Colombia. El gobierno dijo que fuera en Suiza, en Brasil. Nosotros
cedimos y dijimos Venezuela. Y ellos dijeron que nooo. Y tipo cuatro de la
tarde el helicóptero tenía que irse porque empezaba a oscurecer. Nos habíamos
puesto de acuerdo en todo menos en el sitio de la negociación. Y teníamos como
última carta Cuba. Y cuando lo soltamos, los tipos pegaron el brinco de
felicidad y listo (sonríe).
-¿El gobierno prefería Cuba antes que Venezuela?
-Sí. Lo que pasa es que Venezuela sirvió de apoyo.
Porque estábamos en plena confrontación y había mucha desconfianza. Y ahí empiezan
Cuba y Noruega como garantes. Después se hacen dos o tres reuniones más en la
isla La Orchila, en Venezuela.
-¿Aún era todo secreto?
-Sí. Estábamos creando las condiciones para iniciar
la etapa exploratoria. Después avanzamos con los levantamientos de las órdenes
de captura para que los cuadros se pudieran desplazar. Y estando en eso viene
el asesinato de Alfonso Cano (jefe de las FARC, muerto el 4 de noviembre de
2011). Eso nos dejó paralizados. Pero reiniciamos. Ahí es dónde Santos le pide
a Hugo Chávez que hable conmigo. Viajé a Venezuela y estuve toda una noche,
desde las 8 hasta las 4 de la mañana hablando con Chávez. Buscándole fórmulas y
el compromiso de él de trabajar por la paz.
-¿Y por qué creen que asesinaron a Alfonso en medio
de las conversaciones?
-Eso deberá explicarlo Santos ante la historia.
Hace poco, en Cartagena, recuerdo que charlamos un momento con él y no sé cómo
surgió el tema del Alfonso y me dijo "algún día nos sentamos y nos
contamos un poco de verdades". No sé qué me quiso decir con eso pero es
una pregunta que tenemos y esperamos alguna respuesta. Si este proceso hubiera
contado con la participación de Alfonso hubiera sido mucho más enriquecedor. -
-
Antes de llamarse Timochenko, Rodrigo Londoño era
un niño campesino. Vivía en La Tebaida, un pueblo pequeño, que en la década del
60 tenía unos 5 mil habitantes. Su padre, Arturo, era un campesino
semianalfabeto, que había aprendido a leer solo. Había sido liberal y se había
vuelto comunista. En las primeras imágenes que ese niño tiene de su padre, lo
ve junto a otros hombres, alrededor de una radio de válvulas y escuchando
atentamente Radio Habana. Primero seguían el noticiero y luego "Voces de
la revolución". Rodrigo se lamenta de que nunca le preguntó a su padre
cómo se hizo comunista pero aún recuerda -sonríe cuando lo hace- que se
memorizaba los discursos que Fidel Castro daba en 1964, cuando se iba
consolidando la revolución cubana y él tenía 7 años.
"Me memorizaba pedacitos de discurso y me
paraba en la puerta de la casa y repetía los discursos de Fidel a la gente que
pasaba", dice Timochenko y se ríe, sentado en un hotel de La Habana,
tomando un "tinto", como le dicen al café bien negro, que es una de
las cosas que intentó que nunca faltara en medio del monte. Se tomará más de
tres cafés durante la entrevista. Y cuando pida cada uno, lo hará con una
sonrisa: pareciera que sólo pensar en el café le provoca placer.
-¿Esa fue la génesis de su comunismo?
-Confluyeron varios factores. Uno era ese. En la
escuela primaria empecé a interactuar con un grupo social más grande. Empecé a
ir a las casas de mis compañeros. Nosotros éramos pobres pero las necesidades
básicas estaban resueltas. Pero iba a casas donde veía que no se almorzaba o no
se desayunaba, compañeros que venían con la misma ropa o con ropa remendada. Y
veía que había otros que estaban mucho más cómodos. Eso me impactaba. En ese
medio voy creciendo.
A los 12 o 13 años ingresé a la Juventud Comunista.
Y la militancia implica adquirir conciencia, estudiar, entender el porqué de
las cosas. Me gustaba mucho leer. Cuando entré a la escuela ya sabía leer. Mi
mamá me enseñó. Desde muy jovencito me leí todas las obras de Marx, Lenin y
Engels. Me imagino que entendí muy poco (se ríe) pero sí la explicación de lo
que es la explotación.
-Para ese momento las FARC ya eran una organización
en pleno funcionamiento.
-Ya escuchaba hablar de Marulanda. Y no se me
olvida nunca que mi papá me ponía a leerle el diario El Tiempo y recuerdo que
una vez le leí la historia de un combate, que era narrado por el Ejército. El
título era "Mi cabo se batió como un tigre" y era un tipo contando
cómo habían peleado con la guerrilla. Estaba el gobierno de Salvador Allende, en
Chile, que alentó mucho la lucha popular. Pero después vino el golpe y vino la
decepción. Y ya empezaba a estar en las campañas electorales del Partido. Y me
había ido de mi casa. Consideraba que debía dedicarme a pelear por esas ideas
pero no tenía en claro cómo. Ya escuchaba sobre los desaparecidos. Un día
escuché a un compañero diciéndole a otro que "eso de las elecciones para
qué, que había que ir a la lucha armada". Tuvieron una discusión. Yo
estaba al margen pero escuché que le dijo "bueno pero si quiere echar
plomo dígalo que lo mandamos para allá". Ahí me llamó la atención eso.
Entonces le dije que quería ir.
-¿El PC era parte de las FARC?
-Tenían los contactos. Sabían con quién había que
hablar. No eran lo mismo pero el PC colombiano apoyó los inicios de la lucha
guerrillera.
-¿Y qué pasó?
-Eso generó inquietud (en el Partido). Yo ya era
miembro de la Dirección Regional de la Juventud Comunista de El Quintío. Tenía
17 años. Estaba en el segundo bachillerato. Y ahí es dónde tomé la decisión. Y
me mandaron un guerrillero de unos 30 años a que hablara conmigo. Me dio una
charla como para que yo no fuera para allá: "eso es muy duro, van a
aguantar hambre, se tiene que olvidar de la familia". Yo dije "ya la
decisión está tomada, yo me voy". Así llegué a la guerrilla.- - -
Cuarenta años después de que entró al monte,
Timochenko tiene la posibilidad de volver a llamarse Rodrigo Londoño. Lo mismo
le ocurre a otros siete mil guerrilleros, a un número indefinido de militantes
del Partido Comunista Clandestino de Colombia (la organización política que las
FARC crearon hace unos años) y a otros tantos grupos de apoyo. "Ninguna
guerrilla puede sostenerse sin apoyo de masas", dice Timochenko para dejar
en claro que su supervivencia no fue obra del destino sino de "hacer
política y utilizar las armas".
Pero lo que puede cambiar en los próximos años es
la realidad colombiana. Por eso hay tantos actores jugando en favor de la paz.
Y, por los mismos motivos, hay otros que operan en contra.
-¿La Iglesia colombiana participó?
-Uno de los factores que me llamó la atención fue
el poco compromiso de la Iglesia a lo largo del desarrollo del proceso. Ahora,
después del plebiscito vino a Cuba la alta cúpula de la Iglesia, monseñor Luis
Augusto Castro Quiroga vino acompañado de otros obispos. Fue una charla
importante, interesante.
-Pero ya con el proceso bien avanzado.
-Sí. Pero hace falta. Y aseguraron que se van a
meter en función de la implementación. Y hace falta porque Colombia es de
tradición católica y en todo pueblo hay un cura y su papel es muy importante.
-En Colombia tuvo fuerza al Movimiento de Curas del
Tercer mundo. Allí se hizo la conferencia de Medellín.
-Hay diversas tendencias. El obispo de Cali, Rubén
Darío Monsalve, estuvo comprometido.
-¿Y el papa Francisco?
-Nos ha respaldado. Se ha mantenido una relación
más o menos fluida con el Vaticano. Se han mandado cartas y ha mandado el apoyo
en distintos momentos. Incluso tenemos entendido que, pese a que fue invitado
por Santos, dijo que el compromiso de ir a Colombia es si se logra la paz. Y
ahora iba a ir Santos a Roma de regreso de Oslo.
-Después de recibir el Premio Nobel de la Paz.
-Sí.
-El premio se lo dieron sólo a Santos pero hay dos
partes en la negociación.
-(Se ríe.) Eso tendrán que explicarlo los que lo
han hecho. A nosotros no nos motiva eso. El mejor premio que uno, como
revolucionario, puede tener es lograr los objetivos que nos hemos propuesto: si
logramos consolidar este proceso, si logramos la implementación de los acuerdos
y se generan las condiciones para erradicar la violencia de la vida política
del país, ese es el mejor premio que le podemos dejar a las futuras
generaciones.
-¿Quiénes se oponen a este acuerdo?
-Los que han vivido de la guerra. La guerra es un
negocio que produce mucha plata, ha permitido mantener el dominio y ha impedido
el surgimiento de movimientos sociales y populares. Y como se han beneficiado
tanto de la guerra es normal que no quieran que eso salga a la luz. Hay gente
que se ha enriquecido. Se apropiaron de extensiones de tierras, la industria
armamentista. Esos sectores están resistiendo al proceso.- -
Durante la negociación, el ex presidente Uribe fue
el principal crítico del acuerdo. Hizo una campaña fuerte en contra del proceso
que inició su ex funcionario y actual mandatario, Santos. Incluso se negó a
sentarse a la mesa de negociaciones para sumar sus críticas y buscar caminos de
consenso.
Lo que se juega en estos días no es sólo la paz, es
la posibilidad de que las FARC entren al sistema político y disputen poder en
las próximas elecciones de 2018. Para ello falta aún poco más de un año, que
será bastante largo pero ese tiempo permitiría también organizar algún tipo de
fuerza electoral.
-¿Cuándo será el momento de volver a dialogar con
Uribe?
-Eso está en el campo de la especulación. De todas
maneras, depende de él mismo. Desde el inicio del proceso, a través de
terceros, insistimos en que se vinculara pero siempre se negó. Hasta último
momento, que se le hizo un llamamiento público. Incluso después del plebiscito
él dijo que no tenía nada que venir a hacer a La Habana. Pero después comenzó a
pedirnos que lo recibiéramos pero ya le dijimos que no. No había nada que
hablar. Las cosas tienen su momento pero no descarto que en la dinámica de la
política nos pongamos a buscar acuerdos en función de sacar adelante este
proceso.
-¿A qué se refiere con una "paz verdadera con
justicia social"?
-Por ejemplo, el desarrollo del campo. Tenemos un
potencial agrícola de 14 millones de hectáreas pero sólo se usan 4 millones. Y
un potencial ganadero de 19 millones de hectáreas y se usan 30 millones, y eso
debe cambiar. Están usando la tierra que es para agricultura en ganadería
extensiva. Estamos importando el 50 por ciento de la comida cuando en los años
'80 no necesitábamos importar un sólo kilo de comida. Eso fue un debate porque
el gobierno hablaba de "seguridad alimentaria" y nosotros hablábamos
de "soberanía alimentaria": una cosa es tomar la comida de dónde uno
quiera y otra, muy distinta, es producir la propia comida.
-Los partidarios del No no querían que puedan
acceder a cargos electivos.
-(Se ríe.) No tiene sentido. Vamos a dejar las
armas a un lado para dedicarnos a hacer política.
-Van a tener 5 cargos en Cámara de Representantes y
5 en el Senado. ¿Eso es automático?
-Sí, un mínimo de 5 y 5.
-Para el 2018 propone un "gobierno de
transición".
-Es una idea que lanzamos a la discusión porque los
del NO ya están haciendo campaña. Álvaro Uribe está por Estados Unidos
presionando y buscando apoyos. Por eso, los que queremos la paz debemos empezar
ya. Y uno de los grandes problemas que tenemos en el movimiento popular es que
estamos muy dispersos. Pero, además, en esta confluencia por la paz hay muchos
sectores, que confluyen en eso pero tienen intereses distintos o visiones
distintas. Unámonos en función de este objetivo.
Página/12 de Buenos Aires, diciembre de 2016.